jueves, 5 de noviembre de 2020

La taxonomía de Bloom, una herramienta imprescindible para enseñar y aprender

 Cuando estamos perdidos siempre buscamos el norte para orientarnos. No es fácil para los docentes buscar referencias en nuestra labor diaria, pero si queremos ubicarnos, nuestro norte siempre lo podemos encontrar en la taxonomía de Bloom independientemente de la metodología que utilicemos en nuestra práctica educativa.

En los últimos años hemos hablado mucho de la Taxonomía de Bloom en nuestras formaciones, ligándola con diferentes temáticas como pueden ser el aprendizaje por proyectos, las destrezas del pensamiento, el aprendizaje cooperativo o las inteligencias múltiples. Nos hemos dado cuenta, sin embargo, que nunca hemos tratado la Bloom y su taxonomía individualmente, con la importancia que este tiene. Es como si le hubiéramos hecho un menosprecio al autor y su obra.

Por este motivo y también porque nos hemos encontrado que muchos docentes no conocen la forma de categorizar los aprendizajes de su alumnado, hablaremos en este artículo sobre la taxonomía de Bloom.

A finales de los años 50 del pasado siglo, había una corriente psicológica en los Estados Unidos encabezada por la escuela de Chicago que estaba muy preocupada por cómo se aprende y cómo evaluar los aprendizajes. Se comprobó rápidamente que no todas las acciones cognitivas tenían la misma complejidad, por ejemplo, no es lo mismo recordar un cierto dato que analizarlo o valorarlo.

Bloom desarrolló una jerarquía de los objetivos educativos que se querían alcanzar con el alumnado, dividiéndolo en tres ámbitos: Ámbito cognitivo, ámbito afectivo y ámbito psicomotor. Es del primer ámbito del que surge la tabla de la taxonomía de Bloom.

El equipo de Bloom jerarquizaba el ámbito congnitivo de la siguiente forma:



Esta no es la forma en la que la taxonomía ha llegado hasta nosotros puesto que en el 2001 sufrió una revisión por parte de Lorin Anderson y David R. Krathwohl antiguos alumnos del propio Bloom. Los cambios que realizaron estos discípulos supuso:

  • Cambiar los sustantivos por verbos.
  • La denominación del primer nivel pasa a ser recordar en vez de conocimiento o conocer.
  • Ampliar el nivel de síntesis relacionándolo con la creación como un concepto más amplio.
  • Cambiar el orden de los dos últimos niveles, anteponiendo el la evaluación a la creación. De esta manera crear supone el pensamiento mayor orden.

La taxonomía quedó finalmente de esta forma:

Posteriormente al trabajo de Anderson y Krathwohl, el doctor Andrew Churches actualizó la taxonomía para la era digital. Churches introdujo nuevas acciones relacionadas con las tecnologías digitales. Acciones o verbos que no existían al finales del siglo pasado y que de alguna manera teníamos que tener también categorizadas.

Es importante hacer notar que esta última revisión no cambia los niveles de la taxonomía ni en orden ni en denominación, simplemente la enriquece introduciendo una serie de aprendizajes propios de los nuevos tiempos. Se introdujeron acciones que deberían ser realizadas por el alumnado tales como “hacer búsquedas en Google”, “subir archivos a un servidor”, “recopilar información de medios”, “publicar”, “programar” etc.

Con todo esto, nos gustaría mostrarles una herramienta basada en la taxonomía de Bloom que categoriza los aprendizajes, mostrando una breve explicación de cada nivel además de distintas palabras claves, acciones y resultados para esas acciones, así como preguntas clave que hacen ejercitar cada nivel de aprendizaje.

La taxonomía de Bloom debe formar parte de nuestra mochila docente. Esta en nuestra labor como CEP, llenar esta mochila con herramientas útiles. En este sentido, Bloom nos ofrece la brújula imprescindible para no perdernos en nuestra profesión.

Fuente: Artículo publicado originalmente por Gobierno de Canarias en la página: http://www3.gobiernodecanarias.org/ // Por el autor: Marcos Antonio Méndez Oramas en diciembre 2015.


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